HUALHUAS, UN PUEBLO DE TEJEDORES

En Hualhuas todos son tejedores, la mayoría profesionalmente. Nemesio Ráez, en la excelente Monografía de la Provincia de Huancayo, publicada en 1899, atribuye a Hualhuas la especialidad de la carpintería. Nuestros informantes más viejos estuvieron de acuerdo en que el primer telar fue traído a Hualhuas hace aproximadamente 50 años. Algunos sostienen que fue traído de Huancavelica, otros que de Carhuamayo, Tarma. En la actualidad, prácticamente en cada casa hay uno o más telares.

Los telares antiguos eran fijos; los carpinteros de Hualhuas y Saño, obedeciendo las instrucciones de los tejedores, construyeron después telares de «mesa» transportables. Fue la primera innovación. Pero algunos artesanos con experiencia técnica adquirida en Lima, y otros, como fruto de sus propias observaciones, han introducido más reformas a los antiguos telares. Cambiaron muchas de las piezas de madera por otras de metal; las mandaron fabricar en Huancayo. Eliminaron partes no funcionales y sus telares han ganado en rapidez y manuabilidad.

 Hasta hace veinte años no existían "maquinas" de hilar. Muchos tejedores afirman que las "maquinas" no fueron traídas sino "inventadas" en Hualhuas por tejedores que observaron en Tarma y en Lima las hiladoras de pie. En la actualidad, cada tejedor tiene varias de estas  máquinas que son fabricadas en la misma comunidad o en el pueblo carpintero de Saño. También en estas máquinas, algunos tejedores han cambiado todas las piezas posibles de madera por fierro. Excepcionalmente, los tejedores más hábiles han mandado fabricar, bajo su personal dirección, enmadejadoras.

El costo corriente de una máquina de hilar es, ahora, de ochenta soles y el de un telar, de trescientos soles. Pero las máquinas de los tejedores famosos "no tienen precio". Cada una de ellas ha sido incesantemente perfeccionada por cada artesano. Y aun cuando el tejedor de Hualhuas es un hombre muy práctico, productor consciente de los valores del mercado, no creemos que se decidiría a vender su telar sino por efecto de una propuesta tan excepcional como el tiempo y la dedicación con que lo perfeccionó.

En Hualhuas se teje lana de alpaca, de oveja, de vicuña y de llama. Dos tipos de tejidos se fabrican según el mercado. Las pullukatas tradicionales, para la gente del valle, y alfombras, pisos y tapetes para la clientela urbana. Las pullukatas (mantas) conservan las mismas características que hace 50 ó 200 años: la misma forma, los mismos colores, la misma estructura ornamental. Es una prenda destinada al uso de las mujeres del valle. Pero, como la técnica de fabricaci6n ha sido mejorada, y la ciudad de Huancayo se ha convertido en el centro comercial no solo del valle del Mantaro sino de los Departamentos de Huancavelica y Ayacucho, las pullukatas de Hualhuas son adquiridas también por compradores de toda esta zona. La producción ha aumentado en los últimos 25 años quizá en 100 por uno, el precio de una pullukatas varía entre 32 y 40 soles. La mayor parte de la producción es vendida en la feria de Huancayo.

No hemos encontrado en los temas decorativos de las pullukatas ni el tren ni el avión, como en las fajas de Viques. Citemos las figuras de los mayus (ríos que cruzan todo lo ancho de estas mantas); shimi (boca) es el tema geométrico que orilla la manta; walpapa shichum (uña de gallina); chukpapá anakuy (medias lunas simktricas de colores diferentes); shuyty pinta (figura geométrica); tortuga; wayta-wayta (flor); grada (figura geométrica); durazno mulun (semilla de durazno); mariposa; payna-payna (figuras semejantes a las ramas del pino o del ciprés); estrella; jinchu (picaflor). El picaflor que observamos tenía las alas rosadas, el cuerpo amarillo, verde claro el pico, la cabeza roja, y flotaba en campo morado. En este universo de figuras y colores que presenta una armonía perfecta y cautivante, encontramos, en cierta manta, la imagen de un Inca convencional, clavada en la corriente de un mayu; se destacaba escandalosamente, como un muñeco rígido y exótico. La tejedora y vendedora me confesó que lo "había puesto por gusto, sacándolo de las figuras de que Don Zarate hace para las alfombras que compran los  turistas".

Los tapetes, los pisos y las alfombras que los tejedores de Hualhuas fabrican para la clientela urbana, están decorados con figuras copiadas de textos de Historia Antigua del Perú y de la cerámica prehispánica. La explicación que los tejedores dan a esta diferencia decorativa tan radical es que ellos empezaron a fabricar alfombras a pedido de un comerciante venido de La Oroya[1] hace como unos veinticinco años y que este comerciante les dejó los diseños de las figuras incaicas y, que, después, cuando se independizaron del contratista, buscaron nuevos motivos en libros y en huacos; incluso, uno de ellos copio muchos temas de los huacos del Museo de Arqueología de Lima.

Nos parece evidente que el esfuerzo de diferenciar la decoración de los tejidos destinados al mercado urbano, de los indígenas, mediante la elección de temas incaicos, se debe a una razón de prestigio. Lo indígena, lo indio, por muy bello que sea el objeto en sí mismo, no puede ser liberado del estigma social de su origen: para que los tejidos de Hualhuas fueran aceptados por la clientela urbana había que diferenciarlos nítidamente de las telas indígenas. El comerciante de oficio conoce estos secretos por su experiencia profesional, tanto como el antropólogo que investiga disciplinadamente. Los temas «incaicos» dieron la pauta; pero el tejedor mestizo esta encontrando la manera de estilizarlos según su propia inspiración y está incorporando otros motivos, originalmente eruditos o tornados ya de la geografía circundante, motivos en los que es posible advertir una cierta libertad de diseño. La experiencia es, por cierto, interesante, porque no existe una intromisión dirigida, sino la inicial que citamos y que aun rige, pero como una pauta cuya eficacia ha sido comprobada por el propio tejedor, en el mercado, pues es al mismo tiempo vendedor.

Las comunidades del valle, pobres de agua, tuvieron que dedicarse a alguna industria para integrar su economía. Sicaya, San Jerónimo, Cajas, Hualhuas, Saño, son las comunidades mis industriosas por ser las más pobres de agua.

Aparecida la industria, su desarrollo ulterior ha estado sometido a la influencia de los agentes que han impulsado el proceso de la economía y de la cultura general del valle. El comerciante, con su intuición del negocio, percibió la existencia virtual de un nuevo mercado para los tejidos, una vez que Huancayo y el valle se convirtieron en una área intensamente vinculada a la dinámica economía de Lima. La apertura de este nuevo mercado impulsó prodigiosamente la industria textil de Hualhuas, en tanto que los esfuerzos oficialmente dirigidos para mantener la platería de San Jerónimo fracasaron, porque el mercado originalmente impulsador desapareció o se hizo difícil y no se le encontró sustituto.



[1]    Información recogida por Raúl Galdo, estudiante de etnología que trabaja en el proyecto del Mantaro.

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